Así era el extraño planeta arbolado de la era de los dinosaurios

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  • 29 feb 2012
  • José Almonacid Rojas
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  • El mundo perdido de los dinosaurios estaba dominado, sobre todo los tórridos trópicos, por bosques de araucarias (un tipo de árbol ahora considerado fósil viviente), cipreses en las latitudes medias y pinos alrededor del polo Norte. Pero el planeta cambió y, antes de que se extinguieran aquellos animales que habían dominado la Tierra, se extendieron los árboles del tipo del magnolio, es decir, árboles con flores.

    Unos investigadores han logrado hacer un mapa forestal de todo el planeta tal y como era hace unos 100 millones de años, con un calentamiento climático importante, una concentración de CO2 en la atmósfera tres veces superior a la actual y una distribución de los continentes que cuesta un poco reconocer. Aquel mundo resultaría muy extraño y no solo por la fauna, por los dinosaurios. La temperatura media era de unos 10 grados centígrados superior a la actual.

    “El clima de la Tierra era muy cálido hace 100 millones de años y los bosques se extendían en un continuo entre los polos Norte y Sur; lo que hemos hecho en este estudio es el primer mapa realista de aquellos bosques”, ha explicado Howard Falcon-Lang, investigador de la Universidad de Londres y coautor del trabajo, junto con su estudiante de doctorado Emiliano Peralta-Medina. “Justo antes de la desaparición de los dinosaurios la composición de los bosques cambió y pasaron de estar dominados por las coníferas a estarlo por los árboles con flores”, añade. “La verdad es que el entorno cambió y se extendieron los árboles con flores llenando el mundo por primera vez de color y de olor”.

    El destino de los que habían sido los dominadores del planeta no es el objetivo de esta investigación, publicada en la revista Geology (de la Sociedad Geológica Americana, EE.UU.), pero es útil para conocer mejor “los hábitats en los que vivieron y su distribución y ecología”, añade el investigador británico por correo electrónico.

    “Este mapa puede ayudar a correlacionar las diversas formas de dinosaurios y la diferenciación latitudinal de los bosques; sabemos que hay cambios en la fauna de dinosaurios herbívoros en ese periodo —que son los que mejor conocemos— y, probablemente, están relacionados con este cambio botánico”, añade el paleontólogo español y experto en dinosaurios José Luis Sanz, de la Universidad Autónoma de Madrid.

    Además de estudiar la distribución planetaria de los árboles (analizando datos de restos fósiles leñosos de 2.238 registros de 497 localidades en 73 países), Falcon-Lang y Peralta-Medina han estudiado los anillos de aquellos árboles del pasado para conocer su tasa de crecimiento anual y han descubierto que en el Cretácico (hace entre 145 y 65 millones de años) era casi el doble que la tasa de los árboles actuales. Ese crecimiento era especialmente alto cerca de los polos. “Algunos de los árboles fósiles de la Antártida tenían anillos de más de dos milímetros de grosor, como media; esa tasa de crecimiento normalmente solo se observa en los árboles que crecen en climas templados y nos indica que, durante la era de los dinosaurios, las regiones polares tenían un clima similar al británico de hoy”, señala Falcon-Lang.

    La verdad es que gran parte de la tierra emergida entonces no estaba donde está ahora, por eso el mapamundi de aquella época resulta desconcertante. La deriva continental cambia las masas de tierra de lugar y configuración a lo largo del tiempo y esto tiene mucho que ver con el clima tórrido de aquella era cumbre de los dinosaurios. La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera era mil partes por millón (ppm), frente a las 393 ppm actuales.

    “Los niveles eran altos porque entonces se estaba abriendo el océano Atlántico; había muchas erupciones volcánicas que emitían CO2 a la atmósfera”, añade el investigador de la Universidad de Londres. “Como consecuencia, el efecto invernadero y el calentamiento global eran extremos”. Ahora, si la concentración de CO2 sigue aumentando de modo imparable, se alcanzarán los niveles del Cretácico en menos de 250 años, y entonces es posible que vuelvan los bosques a la Antártida, el continente sin árboles, consideran los investigadores.

    Falcon-Lang y Peralta-Medina recuerdan en su artículo resultados de investigaciones previas: en aquel mundo cálido los casquetes polares estaban en su mínimo tamaño; los bosques templados se extendían hacia los polos y el ciclo hidrológico del planeta estaba acelerado. Lo que ellos se han planteado en su trabajo es conocer los patrones de distribución de bosques en la Tierra y el impacto de la propagación de las plantas con flores (angiospermas), y averiguar hasta qué punto quedaron establecidos entonces los patrones geobiológicos modernos.

    Las coníferas (araucarias, podocarpos, cipreses y pinoides) que habían sido dominantes empezaron a declinar durante el final del Cretácico sufriendo una drástica reducción, sobre todo las araucarias; paralelamente a la extensión de las plantas con flores, que pasaron de un 32% a un 78% del total.

    ¿Tendría esto que ver con la desaparición de los dinosaurios? “Este cambio de las coníferas a los árboles con flores sucedió justo antes de la extinción de los dinosaurios, unos 15 millones de años antes, pero es posible que el cambio en los hábitats forestales tuviera alguna relación con la extinción”, apunta Falcon-Lang.

    FUENTE: El País Digital

    Los neandertales casi se extinguieron antes de llegar nuestra especie a Europa

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  • 27 feb 2012
  • José Almonacid Rojas
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  • Los neandertales, que fueron una especie humana específicamente europea, desaparecieron hace unos 30.000 años, mientras que los Homo sapiens se extendieron no solo por el viejo continente sino por todo el planeta, convirtiéndose en la única especie humana actual. Ambas fueron coetáneas durante unos miles de años y debieron tener contacto (sin apenas cruzarse genéticamente). ¿Qué pasó para que una especie se hundiera y la otra proliferara con tanto éxito?

    Es una de las grandes preguntas de la paleontología que sigue sin respuesta definitiva. Un descubrimiento ahora puede arrojar algo de luz sobre ese misterioso período de la evolución humana europea: los neandertales llegaron casi a la extinción hace unos 50.000 años, desapareciendo de la mayor parte de Europa, antes de que llegara la especie humana actual. Es más, el pequeño núcleo que sobrevivió unos miles de años más y que logró extenderse por el centro y oeste del continente, tenía muy poca variabilidad genética, un indicador crucial de la fragilidad de una especie, de riesgo para su supervivencia. A esta conclusión llega un equipo de científicos de Suecia y España que ha analizado ADN de fósiles neandertales. 

    Hasta ahora se ha considerado que “la población neandertal en Europa había permanecido estable durante cientos de miles de años, hasta la llegada de los humanos modernos; y ahora ha de ser revisado este punto de vista”, explican los investigadores del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos, del Instituto de Salud Carlos III, dirigido por el paleontólogo Juan Luis Arsuaga, que han realizado esta investigación junto con sus colegas del Museo Sueco de Historia Natural y de la Universidad de Uppsala. Ellos presentan su hallazgo en la revista Molecular Biology and Evolution

    “El hecho de que los neandertales de Europa casi se extinguieran para luego recuperarse, y que todo eso sucediera mucho antes de que tuvieran contacto con los humanos modernos fue una sorpresa completa para nosotros, ya que indica que los neandertales pudieron ser más sensibles a los dramáticos cambios climáticos que ocurrieron durante la última edad del hielo de lo que se pensó previamente”, señala el investigador sueco Love Dalén. 

    Los neandertales (Homo H. neanderthalensis) eran específicamente europeos, “una de las pocas especies de homínidos que evolucionaron fuera de África”, escriben los investigadores en su artículo. Se extendieron por el oeste hasta Siberia, donde se han encontrado restos. Tenían un cerebro grande, una cultura notable, dominaban el fuego y enterraban a sus muertos. Eran descendientes de los preneandertales, como los individuos de la Sima de los Huesos de Atapuerca, de hace casi 500.000 años, y existieron hasta hace unos 30.000. ¿Qué les pasó? 

    Dalén, Arsuaga, Anders Götherström y sus colegas han analizado el ADN antiguo de fósiles de 13 individuos neandertales, incluido uno descubierto en Valdegoba (Burgos) de hace 48.500 años y han descubierto que la variabilidad genética de los individuos anteriores a 50.000 años es muy superior (hasta seis veces mayor) a la de los posteriores a esa fecha. A modo de comparación, explican los investigadores, los neandertales antiguos tenían una diversidad comparable a los humanos modernos, mientras que la variedad de genes de los posteriores, los más recientes, era inferior incluso a la de los humanos modernos de Islandia. 

    ¿Cómo se interpreta esto? Los análisis genéticos y los modelos de población indican que los neandertales prácticamente se extinguieron hace unos 50.000 años y la población residual muy mermada se difundió luego por parte de Europa. Los biólogos saben que, con rarísimas excepciones, una especie que tiene poca variabilidad genética está condenada sobre todo por dos motivos. Por un lado, acumulará defectos genéticos nocivos, por otro, tendrá menos variantes genéticas a las que la evolución puede recurrir para adaptarse a situaciones cambiantes. 

    Los científicos no tienen una respuesta definitiva acerca de la causa de la extinción de los neandertales, y las hipótesis se van sucediendo a medida que se cuenta con más datos. Una idea en boga es que los neandertales estarían especialmente adaptados a las condiciones de bosque y serían cazadores de proximidad a sus presas, a las que alcanzarían con armas cortas. Los humanos modernos, sin embargo, procedían de terrenos africanos más abiertos y cazarían a mayor distancia. Cuando cambió el entorno y el bosque se fue abriendo, los neandertales quedarían en condiciones cada vez peores para su supervivencia. 

    “Este tipo de estudios interdisciplinares es extremadamente valioso para el avance de la investigación en evolución humana”, señala Arsuaga. “El ADN de los humanos prehistóricos ha aportado hallazgos inesperados en los últimos años. Es muy emocionante imaginar qué nuevos descubrimientos se producirán en los próximos años en este campo”, añade.

    En los últimos años se han hecho varias investigaciones de ADN en fósiles neandertales, pero sobre todo orientadas a averiguar si hubo mezcla de genes entre aquella especie y la nuestra, pero no se había utilizado esta poderosa herramienta para conocer los cambios demográficos que pudieron sufrir, recalcan los investigadores suecos y españoles. 

    FUENTE: El País Digital

    Encuentran vida animal en la cueva más profunda de la Tierra

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  • 22 feb 2012
  • José Almonacid Rojas
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  • Un equipo de espeleólogos y científicos españoles ha sacado de las entrañas de la tierra al animal que vive a mayor profundidad del mundo. Se trata de una nueva especie de artrópodo de seis patas y color blanquecino hallado a casi dos kilómetros bajo tierra. Este organismo milimétrico supone una sorpresa monumental, ya que casi ningún científico esperaba encontrar nada vivo en un lugar tan inaccesible.

    En julio de 2010, dos científicos viajaron hasta las montañas de la república de Abjazia, en Georgia. Su objetivo era realizar la primera búsqueda sistemática de seres vivos en la cueva de Krubera-Voronya, la más profunda del mundo. Viajaban invitados por CAVEX, un grupo hispano-ruso de avezados espeleólogos. La expedición estableció el campo base a unos 2.500 metros de altura, muy cerca de un boquete en el suelo que da entrada a las entrañas de la tierra. "Esta es una cueva de origen kárstico de alta montaña, así que no esperaban encontrar absolutamente nada", explicaba el arqueólogo y espeleólogo español Sergio García-Dils, coordinador de la expedición de CAVEX.

    Desde su descubrimiento en la década de 1960, la cueva de Krubera-Voronya, con sus grutas, sifones y chimeneas por los que cabe un hombre a duras penas, han sido lugar de peregrinación de aquellos que querían conquistar los confines del planeta. Por ahora, el mejor de estos personajes dignos de Julio Verne ha sido Gennadiy Samokhin, que logró bucear hasta la profundidad de 2.191 metros en 2009. Cada año, el equipo de CAVEX vuelve a Georgia para llegar más allá. Por ahora no lo han conseguido, debido a la dificultad de arrastrar equipo técnico a dos kilómetros bajo tierra. "Esto es como subir el Everest con un laboratorio a las espaldas", resume García-Dils.

    De todas las sorpresas que creían que iban a encontrar en los recovecos de la gruta, la vida era la menos esperada. "Nos sorprendió encontrar vida en capas cada vez más profundas, tomando muestras a mano", explica Alberto Sendra, entomólogo del Museo Valenciano de Historia Natural y uno de los dos científicos que acompañaron a la expedición CAVEX en verano de 2010. Donde no esperaban más que piedras, Sendra y sus compañeros recogieron "500 o 600 ejemplares" de especies desconocidas. Sendra acaba de publicar junto a taxónomos de la Universidad de Navarra las cuatro primeras nuevas especies que encontró en Georgia. Se trata de cuatro colémbolos, parientes cercanos de los insectos que son capaces de saltar gracias a unas colas retráctiles. "Lo más sorprendente es que se trata de una comunidad de la que ignoramos por qué se ha desarrollado y cómo se organiza la cadena trófica", detalla el investigador. Lo único que saben con seguridad es que la presencia de organismos es constante, independientemente de la profundidad a la que miren los esforzados científicos.

    Por ahora nadie sabe dónde está el final de la sima Krubera-Voronya. Para llegar a sus puntos más profundos hay que pasar dos o tres días arrastrándose por cavidades y salvando cinco sifones llenos de agua que obligan a bucear hasta 20 metros. Como si subiesen una montaña, los espeleólogos hacen noche en vivacs situados primero a 700 metros, luego a 1.400, 1.630 y 1.980 metros. A 2.140 metros comienza la parte inundada, en la que se ha logrado profundizar hasta llegar a los 2.191 metros, el actual récord de profundidad. El equipo de García-Dils cree que el final puede estar a unos 2.700 metros, aunque tal vez nunca se llegue tan lejos. 

    En verano de 2010, cerca del último vivac, apareció el Plutomurus ortobalaganensis, el colémbolo que, por ahora, tiene el récord de ser el animal que vive a más profundidad. Según sus descubridores, el animal se separó de sus parientes de la superficie hace al menos un millón de años para buscar una nueva vida en el abismo. Desde entonces ha cambiado su fisonomía de forma radical para adaptarse a las profundidades: respira por la piel, ha perdido los ojos y a cambio tiene largas antenas cuyas puntas son capaces de verlo todo al tacto, gracias a receptores de productos químicos. 

    "Este tipo de organismos fue conquistando las cuevas y cambiando de forma", explica Enrique Baquero, zoólogo de la Universidad de Navarra y uno de los expertos que le han puesto nombre a la nueva criatura de las profundidades. "Perdieron el pigmento, y sus antenas y uñas se alargan para poder andar sobre el agua, como hace este", detalla.

    El trabajo de Baquero ha consistido en contar pelos. Los colémbolos tienen en su parte posterior una cola llamada furca con la que pueden saltar varios centímetros. Para organismos que no superan los cuatro milímetros, esto es "como si las personas diésemos brincos de 80 metros", detalla. Además de para saltar, la furca permite señalar si el colémbolo que se tiene entre manos es una nueva especie, uno de los mayores logros para un biólogo. Para saberlo, Baquero tuvo que contar uno por uno los pelos de la furca. El resultado, junto a rasgos como la ausencia de ojos y la gran longitud de las antenas, permitieron nombrar al ortobalaganensis, que significa "asentamiento cercano".

    El colémbolo de las profundidades ha vuelto a confirmar el ubicuo triunfo de la vida. Los expertos pensaban que no podía haber animales a tanta profundidad cuando en realidad no se habían molestado en mirar. Esto se debe a la gran separación que existe entre los biólogos y taxónomos que buscan nuevas formas de vida en la superficie, y los espeleólogos que persiguen los puntos más ocultos del planeta, explica Sendra. "Hay una gran disociación entre ambos y en España no se han explorado hasta ahora cavidades de unos 1.600 metros porque pensábamos que no tendríamos éxito", recalca el investigador. La práctica ha vencido, testaruda, a la teoría, como también demostró otro equipo español que encontró en Murcia un pseudoescorpión a 1.500 metros, señala Sendra.

    SIN RECURSOS

    Su equipo puede sentirse dueño absoluto de los logros científicos de la misión. El investigador ha pagado de su bolsillo el viaje hasta Georgia y el mes que estuvo en la cueva recogiendo muestras. Son unos 3.000 euros que no cuentan el esfuerzo de comer la "bazofia" que llevan los compañeros rusos como comida, bromea Sendra. Su colega Sofía Reboleira, investigadora de la Universidad de Aveiro en Portugal, fue la otra invitada a la expedición de 2010. Como pago a su esfuerzo logró los escarabajos más subterráneos del mundo. El equipo quiere volver a Krubera-Voronya en 2013 para intentar comprender cómo ha llegado hasta allí la comunidad recién descubierta. "Esta vez esperamos tener ayuda institucional", concluye Sendra.

    FUENTE: Público

    Así era un bosque hace 300 millones de años

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  • 21 feb 2012
  • José Almonacid Rojas
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  • Como si se tratara de la ciudad de Pompeya, un bosque tropical de 300 millones de años fue preservado en ceniza cuando un volcán entró en erupción en lo que hoy es el norte de China.

    Un nuevo estudio realizado por un equipo de científicos chinos y norteamericanos ha conseguido reconstruir cómo era ese bosque fosilizado, en el que existían seis grupos de árboles, algunos de los cuales se elevaban 80 metros sobre el suelo. El hallazgo, publicado en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS) de EE.UU., da una idea de cómo eran la ecología y el clima de la época.

    El lugar del que se ocupa este estudio, situado cerca de Wuda, en China, es único en el mundo, ya que ofrece una instantánea de un momento congelado en el tiempo. Debido a que la ceniza volcánica cubrió una gran extensión del bosque en el transcurso de pocos días, las plantas se conservan, en muchos casos, en los lugares exactos donde crecieron.

    «Está perfectamente conservado», explica el paleobotánico Hermann Pfefferkorn. «Podemos estar allí y encontrar una rama con las hojas unidas, y luego nos encontramos con la siguiente rama y la siguiente y la siguiente. Y entonces descubrimos el tronco del mismo árbol. Eso es muy emocionante», afirma. Los investigadores también encontraron algunos árboles de menor tamaño con las hojas, las ramas y el tronco intactos, que se conservan en su totalidad.

    El tamaño de las parcelas de estudio de los investigadores también es inusual. Fueron capaces de analizar un total de 1.000 m2 de la capa de ceniza en tres sitios diferentes situados cerca uno del otro, un área considerada lo suficientemente grande como para caracterizar significativamente la paleoecología local.

    Los científicos dataron la capa de ceniza en unos 298 millones de años. Esto cae al comienzo de un período geológico llamado Pérmico, durante el cual las placas de la Tierra continentales todavía se estaban acercando para formar el supercontinente Pangea. América del Norte y Europa estaban fusionadas, y China existía como dos continentes más pequeños. Todo se superpuso a la línea ecuatorial y por lo tanto tenía climas tropicales.

    ÁRBOLES DE 80 METROS 

    En ese momento, el clima de la Tierra era comparable al de hoy, por lo que es de interés para los investigadores para ayudar a entender las variaciones climáticas actuales. En cada uno de los tres sitios de estudio, Pfefferkorn y sus colaboradores analizaron las plantas fosilizadas. En total, se identificaron seis grupos de árboles. Los helechos arborescentes formaban una cubierta inferior, mientras que árboles mucho más altos -Sigillaria y cordaites- se elevaban hasta 80 metros sobre el suelo. Los investigadores también encontraron ejemplares casi completos de un grupo de árboles llamados Noeggerathiales. Estos extintos árboles parientes de los helechos habían sido identificados en América del Norte y Europa, pero parecen ser mucho más comunes en Asia.

    Los investigadores trabajaron con el pintor René Yugao para representar la reconstrucción de las zonas, la imagen que puede verse sobre estas líneas. «Esta es la primera reconstrucción forestal en Asia durante cualquier intervalo de tiempo, es la primera de un bosque de turba para este intervalo de tiempo y es la primera con Noeggerathiales como grupo dominante», ha dicho Pfefferkorn.

    Debido a que el sitio captura solo un momento en la historia de la Tierra, Pfefferkorn señala que no puede explicar cómo los cambios en el clima afectaron a la vida en la Tierra. Sin embargo, ayuda a proporcionar un valioso contexto. «Es como Pompeya, una cápsula del tiempo que nos permite interpretar mucho mejor lo que sucedió antes y después».

    FUENTE: ABC Periódico Electrónico S.A.

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