La verdad sobre Egipto, según la arqueoastronomía

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  • 17 sept 2012
  • José Almonacid Rojas
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  • El Antiguo Egipto ha fascinado siempre a historiadores, científicos y aventureros pero, quizás por eso mismo, es muy difícil distinguir el grano de la paja. Desde que nació la egiptología como disciplina histórica se ha aprendido mucho sobre la civilización egipcia.

    Por suerte, la mayoría de las investigaciones se han basado en la observación empírica y el estudio de los textos, muy abundantes en el Antiguo Egipto. Pero junto al estudio serio de la historia, el esoterismo ha campado a sus anchas, dando lugar a interpretaciones sobre la construcción de templos y pirámides más o menos populares pero, en la mayoría de los casos, completamente erróneas.

    El astrofísico Juan Antonio Belmonte (Murcia, 1962) lleva toda su carrera estudiando los conocimientos astronómicos de los antiguos egipcios, un campo que muchos relacionan con el mundo de los misterios y lo paranormal más que con la investigación científica. Belmonte ataca todo el entramado del mundo del misterio y reivindica el estudio serio de la arqueoastronomía, disciplina en la que es uno de los mayores expertos del mundo. Para dar a conocer sus últimas investigaciones, y a modo de recopilación divulgativa, ha escrito un nuevo libro, Pirámides, templos y estrellas. Astronomía y arqueología en el Egipto antiguo (Crítica).

    ¿CUÁ ERA LA RELACIÓN DE LOS EGIPCIOS CON LA ASTRONOMÍA? 

    Según ha explicado Belmonte a El Confidencial, “los egipcios debieron alcanzar un nivel de conocimiento astronómico bastante sofisticado”. Conocer el movimiento de los astros no sólo tuvo una motivación religiosa, que según el científico fue fundamental, además tenía importancia para el día a día de los egipcios. Tal como explica Belmonte, gracias a la observación empírica del firmamento se logró crear un calendario preciso que permitía saber con bastante exactitud en qué momento iba a crecer el Nilo, lo que era fundamental para todo su entramado productivo: “Se sabía que llegaba la inundación con la llegada de una estrella”. 

    “Los egipcios”, explica Belmonte, “lograron desarrollar un calendario de 365 días absolutamente regular que permitía hacer predicciones acertadas. El mismo calendario fue utilizado mucho después por Ptolomeo y Copérnico. De hecho, nuestro actual calendario es igual que el egipcio pero con las deidades del romano y mejorado con el año bisiesto. Los egipcios tenían meses regulares de 30 días y el sistema de 24 horas que inventaron perdura hoy en día”.

    El estudio del firmamento, que los egipcios lograron cartografiar de manera bastante precisa, tuvo fuertes connotaciones religiosas. Estrellas, planetas y constelaciones se asociaron con deidades y se elaboraron numerosos techos astronómicos y zodiacos, como el de Dendera, que se conserva en el Museo del Louvre de París y que Belmonte ha estudiado en profundidad.

    LA COLOCACIÓN DE LAS PIRÁMIDES RESPONDE A MOTIVACIONES RELIGIOSAS 

    Según cuenta Belmonte, los egipcios creían que los ciclos astrónomicos, el hecho de que las estrellas desaparecieran y volvieran a aparecer, permitían trascender la muerte. Esto explica, por ejemplo, la colocación geográfica de muchas pirámides: “Los conductos de las pirámides se orientan hacia el norte porque allí estaban las estrellas que no desaparecían nunca del firmamento, las estrellas circumpolares, que nunca morían”. 

    Durante décadas de investigación Belmonte y sus compañeros han recorrido la práctica totalidad de los templos y pirámides de Egipto. A lo largo de seis campañas han medido unos 350 templos y santuarios, aproximadamente un 98% de todos los templos que aún existen en el país, pertenecientes a todos los períodos de la historia del Antiguo Egipto. “Sólo me quedan por ver unos pequeños templos que están cerca de Sudan”, asegura el científico, que planea ir a visitarlos en cuanto le sea posible.

    Tras medir cómo están colocados los templos, y comparar los datos estadísticamente, Belmonte ha llegado a una contundente conclusión, todos los templos y pirámides de Egipto tienen una ubicación muy bien planificada: “La orientación dominante de los templos cercanos al Nilo es en paralelo a éste, es topográfica, pero hay muchos templos orientados astronómicamente, y otros en los que coinciden ambas orientaciones. Estos templos son de especial importancia. Carnac está en el único punto de Egipto en el que la perpendicular del Nilo marca el orto del Sol. No es algo casual, los egipcios eligieron ciertos lugares de su país por su relación entre lo que ocurría en la tierra y en el cielo”. 

    Mucha gente cree que las pirámides y templos están orientados astronómicamente porque funcionaban a modo de observatorios. Belmonte cree que los egipcios nunca llegaron a alcanzar tanta precisión, y la colocación de los templos respondía a cuestiones meramente religiosas: “Son lugares de culto. Del mismo modo que las iglesias cristianas se orientaban según los meridianos, los egipcios orientaban las pirámides respecto al Sol. Los efectos de luz resultantes tendrían un componente místico, no tanto científico, aunque no está claro. Hay cosas sobre las que siempre nos quedará la duda”.

    La orientación astronómica de los templos no es algo propio solo de Egipto, Belmonte asegura que es una constante universal de las civilizaciones antiguas. Es más, el astrofísico cree que los egipcios no estaban especialmente avanzados respecto a otras civilizaciones contemporáneas, pero sabemos más de ellos por una razón principal: tenemos sus textos y podemos leerlos. “Con Egipto no tenemos el problema que surge al estudiar los monumentos megalíticos. ¿Quién sabe para que servía Stonehenge? Solo podemos hacer suposiciones. En Egipto podemos comparar resultados y ver si cuadran con los textos”. 

    “AÚN QUEDAN MUCHÍSIMAS COSAS POR ACLARAR”
    Han pasado siglos desde que los primeros arqueólogos empezarán a excavar las tumbas y templos de Egipto, pero en opinión de Belmonte, al margen de verificar teorías sobre lugares ya conocidos, a los egiptólogos aún les quedan muchas tumbas por descubrir, muchos yacimientos que excavar y muchos textos que traducir. 

    De las pirámides, cuenta el astrofísico, sabemos mucho, pero desconocemos bastante. Ni siquiera sabemos bien cómo se construyeron. Sobre esto último, uno de los grandes misterios del antiguo Egipto, Belmonte cree que la teoría del arquitecto francés Jean-Pierre Houdin podría estar acertada y sería fácilmente demostrable: “Según Houdin las pirámides se construyeron por dentro, gracias a una rampa interna que quedó dentro de la pirámide, algo que podría verificarse pronto”.
    FUENTE: El Confidencial

    El glaciar de Verne se derrite

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  • 3 sept 2012
  • José Almonacid Rojas
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  • En 1864 un desconocido escritor francés de 35 años, Julio Verne, publicaba su segunda novela, Viaje al centro de la Tierra, un paso más en su sueño de hacer literatura de divulgación científica.

    Se trata de una historia de aventuras con nutrida información geográfica y geológica que lleva a un malhumorado profesor universitario alemán, Otto Lindenbrock, a su sobrino y a su guía hacia el mismísimo núcleo terrestre, un lugar poblado de peligros y extrañas criaturas. Verne eligió con ayuda de mapas dos volcanes para situar su relato, uno para acceder al centro de la Tierra, el Snæfells (Islandia), y otro para salir de él, el Stromboli (Italia).

    Aunque nunca la pisó, las descripciones de Verne de Islandia y de la península sobre la que se yergue el majestuoso Snæfells casan bien con la realidad, pero el escritor cometió —¿quizá fuese consciente de ello?— un error: pasó por alto el enorme glaciar que desde poco después de su última erupción (en 1219) cubre todo el volcán, el Snæfellsjökull (jökull es glaciar en islandés). 

    Sin embargo, el calentamiento que desde hace años se percibe con fuerza en Islandia (especialmente desde mediados de los noventa) y que está causando el creciente deshielo de muchos de sus glaciares puede acabar dando la razón a Verne. Los islandeses, que cada verano reciben numerosas noticias sobre la merma de sus glaciares, se han sorprendido con que la punta del Snæfells ha quedado perfectamente visible. 

    Un geólogo islandés experto en volcanes, Haraldur Sigurdsson, es quien ha dado la noticia en su blog. Sigurosson sobrevoló en helicóptero el volcán para apreciar y fotografiar el avance del deshielo y hace tres días escaló a la cima para verlo de cerca. “Al igual que otros glaciares islandeses, hace ya muchos años que el Snæfellsjökull se está derritiendo y cada vez lo hace más rápido. En el último siglo ha mermado un 50%, pero este año hay más rocas visibles que nunca. Especialmente en el pico, cuya capa de hielo se ha derretido por completo”.

    No es moco de pavo. El 10% del territorio islandés está cubierto por glaciares. Y el Snæfellsjökull no es uno más. El volcán, que se levanta sobre una fina lengua de tierra como un flan, está rodeado por el mar y por un paisaje de un verde intenso. Es un lugar con mucho magnetismo, e islandeses tan respetables como el premio Nobel Halldór Laxness creen firmemente que desprende una energía especial. Algunos amantes de lo esotérico creen que es uno de los siete puntos energéticos (o chacras) del planeta. Además, en los días muy claros, el Snæfellsjökull es visible desde Reikiavik (no sucede más de una vez por semana), donde reside un tercio de los islandeses, siendo muy popular en el país.

    “Llevamos años viendo los efectos del calentamiento en los glaciares de toda Islandia, pero, este verano, las imágenes del pico del Snæfellsjökull a la vista han ayudado a atraer la atención al problema”, prosigue Sigurdsson, que calcula que la capa de hielo de este glaciar se derrite a un ritmo de 1,5 metros al año. “A este ritmo, entre 2030 y 2050 no quedará hielo”. Y, entonces, el ¿error? de Julio Verne no será tal.

    FUENTE: El País Digital

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